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Vanidades
Antes aún de ser arte, fue la imagen un instrumento mediante el cual se intentó domesticar la naturaleza. En nombre de la magia, de la religión o de la ciencia, el hombre occidental utilizó la imagen, la re-produccion visual, como medio de exorcizar, implorar, entender y dominar al mundo que lo rodea.
Dicha reproducción es necesariamente selectiva y por lo tanto incompleta y jerárquica: destaca lo que le interesa, obvia lo demás y crea un conjunto nuevo, artificial, que se interpone entre hombre y mundo. Este artificio hace las veces de pantalla y de velo - descubre y oculta: Sobre él se proyectan ciertas imágenes del mundo que son vistas como si fueran la realidad toda, a pesar de que oculten lo que pretenden iluminar.
Lo real estará siempre en sombras y al iluminar un sector la sombra se moverá a otro.
Pero la pretensión del arte es aún mayor puesto que pretende gestar una realidad superior, tangible e intangible, visible e invisible, material y espiritual al mismo tiempo. El arte intenta recrear la realidad mediante la forma, estando ésta fundamentada en el arte mismo y no en aquel mundo al que trata de representar. Aún en épocas en que el sincero propósito del arte era ser una ventana abierta a la realidad (que cada época definía de distinta manera), estaba éste sostenido por un sistema de convenciones, perfectamente conocidas por los miembros del grupo a quien era dirigido.
La forma es el artilugio mediante el cual la obra artística remite al espectador a zonas que están fuera del encuadre de la obra misma, a estratos inmaculados por pincelada y color, y la brecha, la distancia intransitable que entre ellas debe ser cubierta, envuelve el arte de nostalgia.
De todos los géneros pictóricos, el de la naturaleza muerta fué considerado el de menor jerarquía, al menos hasta el siglo XVI. A diferencia de los otros géneros pictóricos que pretendían ser representación fiel de algo exterior e independiente de la obra misma, en la naturaleza muerta están representados objetos naturales o manufacturados, ya domesticados e intencionalmente ordenados.
La distancia manifiesta entre el entorno natural de los objetos y su intencional organización, la escenografía del cuadro, agrega un nuevo ángulo de referencia puesto que desvía la atención del espectador hacia la intencionalidad misma: De tanto esforzarse por representar, el cuadro se diferencia más y más de la realidad a la cual trata de parecerse y se hace más pictórico y más conciente de su condición artificial.
El vánitas (...vanidad de vanidades, todo es vanidad...) es un sub-género de la naturaleza nuerta, un ayuda memoria cuyo papel es recordarle al espectador qué ficticia es la pretensión humana de apropiarse del mundo y de conquistar el futuro; señala lo superfluo de lo material, lo transitorio de la belleza, lo fugaz del tiempo y lo inevitable de la muerte. La iconografía de este tipo de arte serían calaveras, el dulce aroma de flores y frutas pasando de un estado de madurez al de su inevitable putrefacción, velas que se extinguen, relojes y otros.
Durante el siglo XX, sobre todo en su segunda mitad, se desarrolló un vánitas de otro tipo, menos dramático y más laico, casi divertido, de un nuevo sabor decadente. Lo que aquí quiere ser representado es un mundo de imágenes, mediatizado por las tecnologías de su difusión – carteles de propaganda, pantallas de cine, de televisión y de ordenador, que nos indican cómo vestir y comportarnos, qué comer y a dónde debemos ir... Para ser. El mundo de la imagen es ahora el verdadero y a él la vida diaria tratará de parecerse.
Artificio imperecedero y colorido, que cubre nuestros ojos cual lentes de contacto, la imagen mediatizada actúa como defensa imaginaria ante las fuerzas naturales y ante el devenir y el cambio. Imágenes sintéticas de consumo, los modelos y envases que allí aparecen nunca envejecen puesto que son estandarizados e intercambiables.
Estas imágenes fueron señaladas y elevadas a la esfera de las bellas artes por el Arte Pop, cerrándose así el círculo por el cual una sociedad basada fundamentalmente en la comercialización y en el consumo logró instalar a la mercancía misma como objeto único de culto, monoteista también él, en el cual élites y masas se unifican como miembros de un colectivo aparente.
Estas imágenes son artificiales pero no virtuales puesto que su eterna juventud sintética – y la difusión masiva de su belleza invasora e imperecedera – pretende alisar las profundas diferencias entre personas, entre clases y entre culturas en aras de un aparecer semejante, en aras de una semejanza que solo es aparente.
Eli Diner
2003.
© by Eliahu Diner - diner.eliahu@gmail.com
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